31/1/14

a Félix Grande, el “gran poeta del flamenco”

Se nos ha ido con su voz calmada y sabia, su culta y bella palabra. Nos deja su nítida y lúcida memoria, su coherencia y su honesta obra, su pasión por la música de la guitarra flamenca, su admirado Paco de Lucía, su gran familia, nuestra Paca Aguirre. Nos deja su infancia contada, su devenir en cuadernos hispanoamericanos, en los que seguimos contando y cantando historias y músicas de aquí y de allí, hispanas, flamencas, magrebís…

Una mañana fría de Madrid me devuelve ante el espejo la más cruda de las realidades: lo efímero de la vida, la mortalidad de los cuerpos, la eternidad de las palabras, lo absurdo de los silencios, el sinsentido de las esperas, la inutilidad de las apariencias, lo vano de los sentimientos escondidos, lo oculto que creemos dejar enterradas bajo tierra nuestras pasiones, la vida, lo viva que permanece la memoria, el incesante tocar de las cuerdas de la guitarra en nuestros corazones, cada día con su nota, un día triste y sincera, un día alegre y desgarrada, un día llorosa y emotiva, un día distante y cercana. Tantos silencios disfrazados de olvidos, tantos recuerdos que desnudamos silenciosamente, y despacio vestimos el olvido, suavemente, de lino blanco, con bordados de arena de nuestra playa, alguna lágrima que brota tímida a la orilla de nuestro mar, mirando al horizonte lejano, dejándose amar…

Cómo volver a mirar ese horizonte, amor, sin romperse una cuerda, cómo volver a hablar a ese guitarrista del bar, inocente amor que nacía al calor de nuestras primeras palabras susurradas en silencio, yo en tus ojos y tú en los míos, amor, cómo volver sin tu mano en la mía, amor, cómo contarle nuestra historia a nuestro gran poeta del flamenco, amor.

Se nos ha ido a la felicidad de la tierra, él nos separó para unirnos por siempre, como nuestro estrecho. Nuestro barquito seguirá navegando, amor, y seguiremos cantando poemas al viento, para acallar las voces de guerra y gritar palabras para la paz frente la tragedia hasta que ésta se detenga, como Handala.

Se nos ha ido con su voz calmada y sabia, su culta y bella palabra. Nos deja su nítida y lúcida memoria, su coherencia y su honesta obra, su pasión por la música de la guitarra flamenca, su admirado Paco de Lucía, su gran familia, nuestra Paca Aguirre. Nos deja su infancia contada, su devenir en cuadernos hispanoamericanos, en los que seguimos contando y cantando historias y músicas de aquí y de allí, hispanas, flamencas, magrebís…

Ahora irá junto a su madre, a la que dejamos descansar en paz en las tierras de Tomelloso, hace muchos años, cuando el reloj ya había empezado a contar el hoy nuestro año 20. Paca Aguirre revivió la memoria familiar en aquel encuentro de despedida, alrededor de una lumbre en un hogar de paz, tan vivamente que no recuerdo otro funeral más bello. Hoy, 30 de enero del año 20 de nuestra Odisea, Paca volverá a Tomelloso, a dejar junto a la madre al hijo Grande, y el poema más largo jamás escrito tendrá un estrecho más que cruzar…

Adiós, querido gran poeta del flamenco… Te recordaré cada vez que vuelva a Granada, a Valencia, a Murcia… te recordaré en Madrid, donde hace pocos días, él y yo unimos de nuevo todas las ciudades en un solo poema, y te lo dedicamos a ti. Ese gran poeta del flamenco eres tú, entre puntos suspensivos…