18/8/06

Los Balcones de Gor

Un barranco de multitud de cuevas que cuelgan como si se tratara de balcones da nombre a una población, antiguo asentamiento troglodita, que divide su pequeño territorio entre Baza, Guadix y Gor
Avanzando por la A-92 Norte un cartel nos invita en grandes rótulos a salir hacia “Los Balcones”, un anejo que, -nos dicen- esconde un paraje de gran belleza a mitad camino entre Gor, Guadix y Baza.

Y nada más literal... tanto por las vistas como por la encrucijada de términos municipales, ya que la mitad de esta pequeña aldea está en Baza y, la otra mitad, repartida entre Guadix y Gor. Lo comprobamos nada más preguntarlo a una familia que veranea en Los Balcones: ¿ésto pertenece a Baza o a Guadix?

Pepe, que así se llama el antiguo tabernero del pueblo, y en su peculiar vocabulario, nos lo aclara: “Esto es de Gor -señalándose a sí mismo-, y esto es Guadix -señalando a un burro amarrado en la casa de al lado- y, allá detrás es Baza, pero a partir del camino que hay en el cortado, que hace de linde”.

Dicho esto, nos disponemos a “cruzar” a Baza para ver el despeñadero: bordeamos la “vereda de carne”-así llama Pepe a la antigua cañada que sirve de linde para separar Gor y Guadix- para asomarnos al paraje. Con sorpresa, contemplamos el fascinante barranco de roca y tierra rojiza que descubrimos al bajar la vista.

El abismal descolgadero -de ahí su nombre, “Los Balcones”- está salpicado de multitud de pequeñas oquedades que fueron cuevas habitadas en su momento.

De hecho, el asentamiento troglodita está señalado turísticamente como tal a la entrada de Los Balcones. Un camino transversal en medio del precipicio señala el límite entre Baza y Guadix.

Los balcones fue un núcleo poblado antes de la diáspora migratoria de los años cincuenta. Pepe, el tabernero, hace el cálculo en arrobas, haciendo honor a su antiguo oficio: “En verano, vendíamos 60 arrobas de vino al día, y de Yecla nos mandaban en mayo 30 arrobas de aguardiente, que yo “espachurraba” en los cortijos y las cuevas”. Su taberna, cuyas ruinas señala al otro lado de la calle -pero ya en Guadix-, estuvo abierta durante cinco años hasta que Pepe tuvo que cerrarla por falta de clientela.

Y es que ahora sólo aciertan a contar “cuatro o cinco vecinos”. Entre ellos, Paco y María, una pareja que reside todo el año en Los Balcones. A pesar de vivir prácticamente solos y en un lugar aparentemente hostil, aseguran vivir bien allí y que no se irían a núcleos más poblados como Gor, donde están empadronados, “aunque el alcalde nos lo aconseja como respuesta cada vez que vamos a reclamar algo”.

Paco y María, como cualquier vecino, pagan sus impuestos como goreños “y tenemos los mismos derechos”. Y es que no todo son bondades. La pareja se queja de que el alcalde no quiere ponerles alumbrado público, “cuando dos calles más allá, en Bácor, su alcalde ha puesto farolas en toda la aldea”. Aunque Los Balcones también linda con Bácor, cuando termina el anejo, también se acaba la luz.

La carretera es otro asunto conflictivo que han tratado con el alcalde goreño en numerosas ocasiones. “No hay manera de que la asfalten”. Se trata de un trayecto largo y pedregoso que comienza a pocos metros de la salida de la autovía hasta el mismo anejo de Los Balcones. La nieve, la lluvia y el hielo la hacen intransitable durante los inviernos, que también son duros en este lugar. “Nos quedamos aquí por los animales”, afirman resignados por estas contrariedades.

El matrimonio se dedica a la cría de ovejas y viven de ello. Como ellos dicen, “de los animales a la casa y de la casa a los animales”. Un estilo de vida que no deja de sorprender pero que ellos ven con toda normalidad. Ambos se han criado en cortijos del entorno y se sienten orgullosos de mantener las costumbres que han aprendido. Sobre todo, de tener el derecho a permanecer allí, “por mucho que el alcalde no lo entienda”. Cuando les pedimos una foto, María se esconde porque “voy con el mandil y sin arreglar”. Su marido, sonriendo, le dice: “Si te pones guapa, no van a creer que eres una cortijera”. Y posan los dos frente al barranco que da nombre a su morada: Los Balcones, “entre unos y otros, pero sin tocarnos”, como dice María.


Preocupación por la situación de un vecino de Los Balcones
Lo primero que nos cuentan Paco y María es la historia de su vecino de la terraza de abajo. “Esto es lo que tiene que salir en el periódico”, dicen. Se trata de un anciano, de unos 70 años, que aseguran que vive en unas condiciones inhumanas. “Han venido varias veces los de Servicios Sociales para llevárselo pero él no quiere irse”. Vive, según cuenta la pareja, encerrado en la cueva, cuya entrada tiene tapiada con troncos de leña excepto un pequeño hueco por el que sólo sale y entra él. Observamos el montón de leña a la entrada de la casa. “Debe estar dentro, pero no deja nunca entrar a nadie, y nuestra preocupación es que el día que le pase algo no podremos ayudarle”. Dicen que sus sobrinos le llevan comida, “que cuelga en bolsas sin refrigerar ni nada”. Tampoco dispone de agua corriente, “sólo la que le trae una sobrina en garrafas de cinco litros”. Alguna vez, lo han visto bañarse, “en pleno invierno y con el río completamente helado”.